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lunes, 18 agosto, 2025
Fallece el matador Pepe Luis Díaz, caballero del toreo, a los 80 años
Nacido en La Roda y criado en Valencia, donde le considerábamos como propio a mucha honra, ha fallecido en Linares, su tierra de adopción
El mundo de la tauromaquia llora hoy la pérdida de Pepe Luis Díaz, matador de toros y referente de la elegancia dentro y fuera del ruedo, fallecido en Linares a los 80 años de edad. Natural de La Roda (Albacete) y criado en Valencia, Díaz fue considerado un torero de “corrección y clase”, virtudes que también marcaron su vida personal.


Formado en la escuela del maestro Graneret, en el barrio valenciano de Patraix, su trayectoria en los ruedos fue discreta en número de actuaciones, pero intensa en calidad. Entre sus recuerdos más destacados figura una novillada picada en Valencia, a beneficio del Montepío de Toreros, donde compartió cartel con Joaquín Lara “Larita” y Eusebio de la Cruz. También dejó huella en las Fallas de 1979, donde actuó junto a Manolo Montoliu y Pepe Honrubia bajo la dirección del maestro Chavalo.


Su consagración llegó de la mano del maestro José Fuentes, con quien formó una recordada sociedad taurina. En la feria de Albacete protagonizó una de sus tardes más memorables al lidiar un complicado toro de Miura, demostrando temple y firmeza, lo que reforzó su reputación de torero completo y valiente. Por su oficio, supo ser referente humano y moral en el mundo del toro.


Díaz, profundamente arraigado en Linares, mantuvo siempre vivo su vínculo con el toreo. En los últimos años transmitió su experiencia y valores a nuevas generaciones, entre ellos el matador Adrián de Torres, con quien compartió vivencias y consejos.


 Último adiós 


El funeral por Pepe Luis Díaz se celebrará mañana martes en la iglesia de San Mateo, en Baños de la Encina (Jaén), donde familiares, amigos, aficionados y compañeros de profesión se reunirán para despedir a quien fue, además de torero, maestro, caballero y amigo de sus amigos.


📌 Con su partida, la tauromaquia pierde a una de esas figuras discretas pero esenciales, que supieron mantener vivo el espíritu del toreo clásico: respeto, entrega y humanidad.