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Por circunstancias de la vida, ha habido tres épocas en que me he sentido muy ligado a lo que conocemos como “El mundo del toro”. En la actualidad me encuentro en la tercera de esas épocas.
Este “mundo del toro”, como ocurre en casi todos los “mundos” tiene unas peculiaridades, unos componentes y unas reglas que lo diferencian de los demás, sobre todo, del mundo general en el que todos nos desenvolvemos.
Hago estas reflexiones iniciales porque un amigo me sugirió hace unos días que escribiese algo sobre este tema y, automáticamente, me sentí cohibido y desacreditado para poder hacerlo. ¿Quién soy yo para escribir sobre algo tan complejo? ¿Qué conocimientos me facultarían para decir algo con suficiente enjundia como para que otros lo leyeran?. “Sería osado hacerlo” pensé de inmediato y, poco a poco, fui reflexionando sobre los elementos que componen este mundo y dónde podría encuadrarme yo. Intenté hilvanar un posible ordenamiento y aparecieron estas cavilaciones que expongo ahora.
Lo primero que me pregunté es: ¿Qué estamentos componen el mundo del toro?. El primero está claro: los que trabajan en él o sea, LOS PROFESIONALES, a saber: Ganaderos, mayorales, vaqueros, veterinarios, sastres, picadores, banderilleros, apoderados, ayudas, empresarios, …... y, sobre todos ellos: los TOREROS en sus diferentes escalafones.
A pesar de que hayamos incluido en este primer grupo a ganaderos y toreros, no todos comparten una misma categoría. Nos encontramos que se diferencian las ganaderías en dos grupos a unas se las conoce, un tanto despectivamente, como “comerciales” para anteponerlas a otras a las que se les atribuyen valores de casta, bravura y más difíciles de torear a las que denominamos “duras”. Los toreros a su vez, los clasificamos en “artistas” o en toreros “técnicos” ( luchadores, “gladiadores”). A los primeros solemos unirlos con las ganaderías comerciales y a los segundos con las duras.
Es evidente que este estamento es el que posibilita la existencia de toda la actividad taurina y a los que se les supone un mayor conocimiento de este complejo mundo y, por ende, los que con un mayor peso pueden opinar al respecto. Obviamente, yo no entro dentro de este estamento.
Siguiendo mis cavilaciones, el segundo estamento que se me ocurrió fue el de los CRÍTICOS taurinos (algunos de ellos también profesionales, aunque en otro nivel). A un crítico taurino se le pide atesorar una serie de cualidades, a saber:
– Conocimiento: Para empezar del toro (morfología, encaste, genealogía, capas, conducta, encornadura,cualidades, etc.) Luego de las ganaderías con su correspondiente historia (hierro, divisa, encaste, propietarios, ubicación, hitos, etc.). Por supuesto de la lidia (técnica, reglamento, procedimientos, etc.) Qué duda cabe que de los toreros y subalternos en todo su complejo mundo biográfico pasado y reciente. También deben saber sobre música taurina, pintura, escultura, literatura, cine, documentales, etc.
– Objetividad: A todo crítico, para que su opinión sea tenida en cuenta, se le debe suponer objetividad al tratar un tema; es frecuente lo contrario y solemos aducir que cada uno tiene sus gustos e ideas pero, cuando se trata de transmitir un juicio sobre algo, la capacidad de ser objetivo debe ser un valor a tener en cuenta. Ser objetivo, ser imparcial o ser ecuánime es una gran cualidad en toda faceta de la vida.
Ejercer la crítica nunca es fácil y, la mayoría de las veces, puede ser hasta ingrato porque se debe enjuiciar lo observado y, cuando no coincide con el parecer de los participantes, los criticados son los propios críticos, en numerosas ocasiones con el argumento de su falta de conocimiento sobre el tema enjuiciado. No son pocas las veces en que se refuta a los críticos con el argumento de que son profesionales frustrados y que les guía el rencor y no la objetividad.
Nuevamente queda patente que no puedo encuadrarme dentro de este grupo de personas, mis conocimientos son escasos para transmitir una opinión contrastada.
El tercer grupo que rápidamente acudió a mi cabeza fue el de los AFICIONADOS los cuales beben en las fuentes del primer grupo (los profesionales) para acercarse al nivel de los del segundo (críticos) aunque sin llegar a alcanzarlo. Los aficionados suelen agruparse en peñas, círculos taurinos, clubes, etc. donde reunirse para que,.los componentes de los otros grupos, acudan para incrementar sus conocimientos y experiencias y para vivir y compartir la afición. Generalmente, suele confundirse aficionado con espectador y creo que no es totalmente cierto como luego comentaré.
Como todo grupo humano, los aficionados también se subdividen en dos grandes grupos: “Toristas” y “Toreristas” según prioricen al toro o al torero y es esto así que hay plazas que se catalogan en función del grupo predominante y, por extensión, se llega a dividir España en estos dos mismos grupos según se localice de Madrid para abajo o para arriba. Como en los demás “mundos”, hay aficionados normales y los forofos que se conocen la intrahistoria de todo y de todos. Por extensión, se considera buen aficionado al forofo, al que se sabe qué toro de qué ganadería en qué plaza en qué fecha lidió tal o cual torero en compañía de quienes y con que resultado.
Por desgracia, mi capacidad intelectual es reducida y no soy capaz de tales proezas por lo cual, tampoco puedo encuadrarme en este grupo de aficionados.
Me queda un último grupo: el de los ESPECTADORES aquellas personas que les gusta el mundo del toro y que asiste, cuando le es posible, a presenciar un acontecimiento taurino sin más pretensión que disfrutar del espectáculo.
Por todo esto, ¿quién soy yo para poder verter opinión sobre algo tan complejo?.
Hacer esta reflexión inicial, aparte de para encuadrarme dentro de algún grupo, me sirve para encadenar otras que me parecen importantes. Para que subsista el mundo del toro, son imprescindibles los dos grupos primeros que hemos definido pero para su mantenimiento y crecimiento, son imprescindibles los dos segundos. Hay un quinto elemento que sirve de catalizador a favor o en contra: la Administración.
Si analizamos el público que asiste a un festejo taurino, podremos ver que, aproximadamente, un 10-20% de ellos son aficionados entendidos pero el 80-90% son meros espectadores que van a divertirse; desconocen el reglamento taurino, los diferentes pases que da un torero, la capa del toro, etc. Su principal objetivo es pasar un buen rato y, para ellos, prima la emoción, el espectáculo, el riesgo. No desean que se pique a los toros ni que, prácticamente, se les banderillee, no quieren que actúen los subalternos, desean que la música suene desde antes que empiece la faena e independientemente de que sea buena mala o regular. Hoy en día se aplaude a casi todos los toros en el arrastre, quieren que se les otorguen los trofeos siempre a los toreros.
Con eta perspectiva, la pregunta que siempre me hago es: ¿Quién define qué es el arte del toreo?.
Estamos en época de ferias y empresas, apoderados, ganaderos y ayuntamientos se reúnen para confeccionar los carteles; nunca falla, después de barajar los intereses de cada cual (sin contar con quienes después han de llenar la plaza y, con sus ingresos, pagar el espectáculo) siempre se dice la frase “Se han confeccionado unos carteles muy del gusto de la afición”.
Los asistentes a los festejos saben que sus expectativas van a estar condicionadas por la categoría de la plaza de su localidad aunque van a pagar como los de primera y, a veces más.
Creo que tendríamos que darle alguna vuelta a todos estos temas para intentar que la fiesta nacional siga viva y en auge.
De todas formas, ¿Quien soy yo para opinar de algo tan complejo?
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